Por ELISABETH MALKIN
The New York Times
25 de noviembre de 2015
Uaxactún, Guatemala – En lo profundo de la selva se halla un aserradero que rebana troncos de caoba gigantes. Por extraño que parezca, la sierra es parte de una estrategia de conservación para preservar el bosque.
En la Reserva de la Biosfera Maya, en Petén, al norte de Guatemala, la manera más eficaz para proteger los bosques es dar el control de los mismos a las comunidades que ya viven allí.
La recolección de valiosos árboles puede garantizar la vida de la selva, ya que sus habitantes tienen un incentivo para protegerla, y pueden crear una línea mucho más fuerte en su defensa que los propios gobiernos.
«Nadie va a cuidar de la casa de otra persona, el jardín de otra persona», dice Macedonio Cortave, quien dirige una alianza de las comunidades que trabajan en la reserva. «Pero van a cuidar y defender su propia vida.»
Comunidades y dos empresas locales gestionan casi una cuarta parte del territorio a través de la reserva de 5,2 millones de acres aquí, en once áreas de concesión forestal del gobierno. Desde que se establecieron las concesiones hace ahora 15 años, la tasa de deforestación en las áreas manejadas es cercana a cero, según un estudio realizado por Rainforest Alliance.
«Si no existieran las concesiones, la zona sería un gran pastizal para el ganado», asegura Wilson Martínez, el gerente forestal para Yaloch, un área de concesión cerca de la frontera con Belice. Mapa en mano, camina a través de un pedazo de selva que se había cosechado el año pasado. Cada árbol se había marcado para determinar cuáles cortar y cuáles dejar como árboles semilleros.
«Si no existieran las concesiones, la zona sería un gran pastizal para el ganado»
Junto con la prevención de la deforestación, las comunidades han tenido éxito en la protección de las especies de árboles más amenazados en la selva, la caoba y el cedro, según refleja el citado estudio. «Estas prácticas representan el estado de la técnica para la conservación», afirma Bryan Finegan, ecólogo forestal en Catie, un instituto de investigación internacional en Costa Rica. «Es un modelo para el mundo.»
A pesar de las dudas en torno a que los indígenas sean capaces de mantener sus bosques, los grupos conservacionistas internacionales han aceptado esta estrategia, que servirá para reconocer los derechos de estas comunidades. «Los técnicos forestales y los tecnócratas dicen que no pueden manejar sus bosques», señala David Kaimowitz, director de los recursos naturales en la Fundación Ford. «Pero en todas partes donde se les ha dado la oportunidad de hacerlo, han demostrado que es posible».
Esto está claro en Uaxactún (pronunciado Wah-shac-TOON). Muchas de sus 180 familias se asentaron aquí hace más de un siglo para aprovechar la goma natural o chicle, a partir de árboles autóctonos. Entre las casas de madera y techos de paja de la aldea , se pueden ver toques de prosperidad. Por ejemplo, con las ventas de madera del área de concesión forestal de la comunidad construyeron la escuela. Incluso envían alumnos becados a formarse al exterior. «Reciben apoyo para que, al regresar, puedan ayudar a su comunidad», explica Carolina Alvarado, directora del proyecto Xate.
Alrededor del 30 por ciento de todos los bosques tropicales de todo el mundo son propiedad o gestionados por grupos indígenas o de la comunidad
Desde lo alto de la torre alta cerca de Uaxactún, donde se han ubicado miradores para los incendios forestales durante la estación seca, la conservación parece asegurada. El bosque tropical de tierras bajas ondula hacia el horizonte, sobre las tierras que alguna vez fueron el corazón del imperio Maya.
Sin embargo, a nivel del suelo, la batalla es constante, y no todos en la reserva han resistido el asalto. Existen muchos intereses poderosos que se oponen a la conservación, advierte Eliseo Gálvez, secretario ejecutivo adjunto del Consejo Nacional de Áreas Protegidas del Gobierno de Guatemala. «Ahora es aún más complejo debido a la influencia de los actores ilegales, que utilizan el bosque para mover los migrantes y drogas hacia el norte”, agrega.
Alrededor del 30 por ciento de todos los bosques tropicales de todo el mundo son propiedad o gestionados por grupos indígenas o de la comunidad, informa Andy White, director de la Iniciativa de Derechos y Recursos, que trabaja para que ese número crezca. «Pero los gobiernos y las organizaciones ambientales todavía tienen la idea errónea de que la manera de conservar los bosques es la creación de un parque y expulsar a todo el mundo», opina.
Gran parte de la Reserva de la Biosfera Maya occidental se ha reservado como zona verde, donde el gobierno está, presumiblemente, a cargo de la protección, pero aquí la tierra ha sufrido más la deforestación, asegura Rainforest Alliance. «Cuando la tierra pertenece al Estado, las personas piensan que tienen derecho a tomar todas las cosas; es ingobernable», afirma Macedonio Cortave. En las áreas de concesión, la situación es a la inversa. Los indígenas patrullan las zonas para impedir la tala ilegal, la caza y el saqueo de los parques arqueológicos mayas. Su vigilancia constante es pagada mediante el derecho a la venta directa en el mercado; en lugar de vender a los intermediarios, las comunidades han preferido acudir al mercado vendiendo directamente la madera a fabricantes americanos de guitarras u otros negocios, incluyendo Leroy Merlin, prestigiosa cadena europea de acondicionamiento del hogar.
No todos los lugares han tenido el mismo éxito que Uaxactún. Otras comunidades han perdido sus concesiones; numerosas laderas rapadas evidencian la incapacidad para soportar la presión exterior. Unos ven al gobierno de Guatemala como un enemigo y otros como un protector. Existe la preocupación de que los grupos empresariales con intereses en los depósitos de petróleo de la región o en la expansión de las plantaciones de palma de aceite puedan influir en el nuevo gobierno que ha asumido el cargo en enero. Entretanto, los técnicos forestales del gobierno trabajan con las comunidades, y la seguridad está mejorando.